martes, 30 de junio de 2015

EL PASADO NO IMPORTA (1)

En los comienzos del psicoanálisis, se creía en la “teoría del trauma” como causa en la producción de neurosis y trastornos mentales en el adulto. Experiencias sexuales acontecidas en la infancia, se pensaba que eran determinantes para la producción de síntomas. Se comenzó a observar que las mismas experiencias en otros personas no producían síntomas ni trastornos. Se barajó la posibilidad de una disposición genética a los síntomas y trastornos mentales. Sin embargo, según avanzó la teoría psicoanalítica ( y en la actualidad podemos verlo en la clínica ) el pasado no determina ninguna actitud presente ni futura, por lo cual, la teoría donde muchas personas acusan a sus dolencias actuales, antiguas experiencias pasadas, deja de tener peso para pensar que los problemas mentales guardan relación con la cuestión de la fijación libidinal. Esto quiere decir que cuando ciertas experiencias de índole traumática han producido cierto impacto en las personas, una cantidad de libido sexual queda estancada en dicha experiencia porque algún “goce” no reconocido produjo en la persona. No sólo ciertas experiencias sexuales, sino relaciones tortuosas con los padres, también son fuente de fijación de libido y la persona de alguna manera se queda anclada o fijada a la relación con el progenitor.

Para comprender estar palabras, todo pasa por entender que entre la parte consciente y la inconsciente de la personalidad, hay importantes diferencias. La conciencia o yo, está regida por la moral, por la ideología y por la educación. La parte inconsciente son las pulsiones, los instintos y deseo sexuales donde no hay norma ni moral. Es decir, a nivel inconsciente todo vale. De ahí que tiene que existir una moral, una censura sobre dicha parte inconsciente para que la persona adquiera un grado de civilización. Sin embargo esto no supone la anulación, ni la desaparición de la parte inconsciente de la personalidad, la cual sólo “quiere expresarse y manifestarse”. Este interés por parte de nuestros deseos e impulsos sexuales inconscientes ponen en “alerta” al yo o parte consciente de la personalidad. De modo que la persona tiene que defenderse contra algo de ella misma que a nivel inconsciente desea pero no tolera. Y de este conflicto, es cuando la aparición de una cierta experiencia puede adquirir fuerza y energía para acabar sucumbiendo luego en forma de síntoma o trastorno de la personalidad. Todo síntoma y trastorno mental, siempre surge de un conflicto moral entre la conciencia y lo inconsciente. La persona, el yo, se defiende permanentemente de los deseos inconscientes porque llevarlos a cabo supondría para el propio yo un problema. Esto no quiere decir que la parte inconsciente sea “ la parte mala”, al contrario, gracias a esa parte, a su energía y al filtro que pasa por la censura, nuestro yo consigue la energía vital para llevar a cabo todas las actividades diarias. (continuará)

domingo, 14 de junio de 2015

CONFERENCIA DE PSICOANALISIS. Parte 1ª

¿POR QUÉ SOMOS INTOLERANTES?



Para entender la intolerancia que sentimos hacia las personas, debemos remontarnos a los orígenes de la formación del aparato psíquico. Freud nos dice que a las personas las vemos como rivales, compañeros u objetos amorosos.
El niño cuando nace, debido a su prematuridad, depende absolutamente de la figura materna, siendo esta quien le cuida hasta el extremo de evitar que muera. Es evidente que esta relación de dependencia extrema con la madre,  genera en la mente del niño un sentimiento de posesión que luego observamos en calidad de celos  cuando aparecen en escena la figura del padre o de los hermanos.
Estos celos en el niño son la causa de sentir al padre o a los hermanos con rivales. Se ha dado cuenta que ya no está solo y que a parte de él, la madre tiene otros intereses como son el padre u otros hermanos.
Los celos en el adulto, no dejan de ser una expresión de los celos infantiles. El sentimiento de posesión hacia las personas no deja de ser la manifestación del sentimiento de posesión inconsciente que se tiene hacia la madre. De ahí, que la intolerancia a los otros viene cuando los vemos como rivales o simplemente como diferente a nosotros.
Tolerar que el otro es diferente a mi y yo soy diferente al otro, es aceptar que a parte de la madre, hay padre, hermanos y mundo. Hasta que no nos psicoanalicemos, no sabremos las consecuencias que ha tenido sobre nosotros ese momento crucial de los celos donde de niños sentimos al padre, al mundo como causantes o responsables de una separación no deseada. El malestar, el enfado, la irritabilidad en el carácter de muchas personas que viven enfrentadas al mundo, donde todo lo viven como atentados personales, no deja de ser la manifestación de algo que se nos repite pero que no logramos recordar. Hablamos de la existencia de deseos inconscientes que aun queriendo satisfacerlos, sabemos que no podemos. La intolerancia tiene que ver con la no aceptación. Intolerante es aquel que no sabe ceder ante lo que le conviene. No se trata de decir ni que sí a todo ni ceder. En todo caso sería quedarnos con las virtudes de los otros en vez de lo neurótico que tiene. Neuróticos somos todos, entendiendo por tal aquellas partes del carácter de la personalidad que nos genera malestar y que no nos hace sentirnos cómodos frente al mundo ni frente a nosotros mismos.

Para tolerar al otro, primero tengo que renunciar a mi egoísmo personal. Y una vez renunciado, entro en la circulación general. Si entendemos que el hombre posee un instinto gregario, que le lleva a agruparse  con otros, tolerar a las personas sería del orden de hacerme tolerar a los otros. Si mi carácter es egoísta, soberbio, incapaz de ceder, etc… difícilmente me haré tolerar a los otros. Y una persona intolerante consigo misma, genera intolerancia en lo otros. Funcionamos como si fuéramos un espejo. Lo que proyecto es lo que soy y la respuesta de los otros hacia mi forma de ser, no deja de ser la proyección de los aspectos neuróticos de mi manera de ser sobre el mundo.

lunes, 8 de junio de 2015

¿QUÉ ES LA DEPRESION Y LA MELANCOLIA? ( 2ªparte)

Dice Freud que en la melancolía, el suicidio acontece porque el yo del sujeto toma a su propio yo como un objeto, por lo tanto hay que hablar mas de asesinato que de melancolía. El sujeto cuando se suicida, mata al objeto que ha incorporado. En el año 64 existía en New York un servicio telefónico de urgencia psiquiátricas para el suicidio. Pichón Riviere, aconsejaba para disminuir la tasa de suicidio, preguntarles a los que llamaban que si se querían suicidar o querían matar a alguien. Esta pregunta, le llevaba al sujeto a preguntarse si ese autoreproche era para su propio yo o si ese autorreproche coincidía con la persona que supuestamente a ellos les había abandonado.
Mientras que en el duelo tiene que ver con una pérdida real, en la melancolía, la pérdida es inconsciente, es más de un orden sexual.
El castigo decíamos en la melancolía era al propio yo, de manera que aquí se nos plantea el problema de la identificación. Freud llega a decir que cuando el marido llega a casa y oye a la mujer autoreprocharse que es una inútil, que no sirve para nada, Freud dice que a quien se lo está diciendo es al marido, una forma de decir por ejemplo, que él es impotente. Autoreproche pero no a ella, sino a algo que en ella hay del otro, autoreproche, pero no a algo, sino a algo que hay en el yo que es del objeto. El autoreproche, en el ser humano, siempre es para algo o para alguien, pero no es hacia las características del sujeto que se autoreprocha.
Realmente, estas características del autoreproche, coincide con la persona que abandonó al sujeto, de manera que descarga contra sí mismo todo su sadismo por no tolerar haber sido abandonado.
Es decir, que cuando la persona amada me abandona, pierdo una parte de mi yo y me identifico con la persona perdida, pero al identificarme, la persona está en mi y la maltrato hasta desintegrarla, es decir, hasta desintegrarme.
Nos dice Freud, que hay algo de egoísmo en la persona depresiva, porque cuando se deprime, la realidad pierde parte o todo el interés por la misma. No hay interés por las personas, ni por las cosas. Si el depresivo tiene culpa es porque sabe que con su depresión, estropea varias relaciones, por lo tanto algo altera del trabajo, del amor, de lo social y de ahí la culpa que experimenta. El deprimido, no busca nada. Dice Freud, que los objetos perdidos, debe sustituirse, eso es la normalidad de lo que es un buen funcionamiento mental. El que no puede sustituir, debe comenzar a psicoanalizarse, si no, caerá en su propio yo y se acusará, acusando a otros sin saber que los acusa de su desgracia: amar un imposible, ser en su delirio, lo que el otro me falta.