En los comienzos del psicoanálisis, se
creía en la “teoría del trauma” como causa en la producción de neurosis y
trastornos mentales en el adulto. Experiencias sexuales acontecidas en la
infancia, se pensaba que eran determinantes para la producción de síntomas. Se
comenzó a observar que las mismas experiencias en otros personas no producían
síntomas ni trastornos. Se barajó la posibilidad de una disposición genética a
los síntomas y trastornos mentales. Sin embargo, según avanzó la teoría
psicoanalítica ( y en la actualidad podemos verlo en la clínica ) el pasado no
determina ninguna actitud presente ni futura, por lo cual, la teoría donde
muchas personas acusan a sus dolencias actuales, antiguas experiencias pasadas,
deja de tener peso para pensar que los problemas mentales guardan relación con
la cuestión de la fijación libidinal. Esto quiere decir que cuando ciertas
experiencias de índole traumática han producido cierto impacto en las personas,
una cantidad de libido sexual queda estancada en dicha experiencia porque algún
“goce” no reconocido produjo en la persona. No sólo ciertas experiencias
sexuales, sino relaciones tortuosas con los padres, también son fuente de
fijación de libido y la persona de alguna manera se queda anclada o fijada a la
relación con el progenitor.
Para comprender estar palabras, todo pasa
por entender que entre la parte consciente y la inconsciente de la
personalidad, hay importantes diferencias. La conciencia o yo, está regida por
la moral, por la ideología y por la educación. La parte inconsciente son las
pulsiones, los instintos y deseo sexuales donde no hay norma ni moral. Es
decir, a nivel inconsciente todo vale. De ahí que tiene que existir una moral,
una censura sobre dicha parte inconsciente para que la persona adquiera un
grado de civilización. Sin embargo esto no supone la anulación, ni la
desaparición de la parte inconsciente de la personalidad, la cual sólo “quiere
expresarse y manifestarse”. Este interés por parte de nuestros deseos e
impulsos sexuales inconscientes ponen en “alerta” al yo o parte consciente de
la personalidad. De modo que la persona tiene que defenderse contra algo de
ella misma que a nivel inconsciente desea pero no tolera. Y de este conflicto,
es cuando la aparición de una cierta experiencia puede adquirir fuerza y energía
para acabar sucumbiendo luego en forma de síntoma o trastorno de la
personalidad. Todo síntoma y trastorno mental, siempre surge de un conflicto
moral entre la conciencia y lo inconsciente. La persona, el yo, se defiende
permanentemente de los deseos inconscientes porque llevarlos a cabo supondría
para el propio yo un problema. Esto no quiere decir que la parte inconsciente
sea “ la parte mala”, al contrario, gracias a esa parte, a su energía y al
filtro que pasa por la censura, nuestro yo consigue la energía vital para
llevar a cabo todas las actividades diarias. (continuará)