jueves, 31 de marzo de 2011

DEPRESION POR LA MUERTE DEL PADRE

Un paciente deprimido acude a consulta solicitando ayuda. Refiere que tras la muerte del padre, acontecida hace un año, comenzó a sentirse triste, hasta perder su capacidad de disfrute e ilusión por la vida. Todo ello contribuyó a que perdiera su trabajo y desde hacía ocho meses, no era capaz de trabajar, bien por apatía y por ser rechazado en todas las pruebas de selección.


El hecho de que una persona (hombre o mujer ) adquiere a consecuencia de la muerte de su padre una depresión melancóica y una inhibición de la capacidad del trabajo, no es nada extraordinario. Deducimos de ello que el sujeto se hallaba tiernamente ligado a su padre por un intenso amor filiar. El psicoanálisis descubre que la relación filial hijo-padre, no está formada solo y únicamente por amor. Por el contrario, la tristeza producida por la muerte del padre se transformará tanto más fácilmente en melancolía y depresión cuanto mas ampliamente se hallara la relación filial bajo el signo de la ambivalencia afectiva. Dicha ambivalencia es la suma del amor, el odio y el temor al padre, sentimientos que tienen su origen durante la relacion paternofilial natural, junto a factores accidentales que quedan arraigados a dicha relación. La incapacidad para trabajar y ganarse el sustento posteriormente a la muerte del padre, tiene su origen en una nostalgia del padre como protector ante sus necesidades de la vida junto a un remordimiento inconsciente y un autocastigo eficaz. En la naturaleza del Complejo de Edipo, hallamos la solución a la depresión melancólica por la muerte del padre. El niño mantiene una actitud cariñosa hacia su madre y ambivalente hacia el padre, el cual, es el origen de los celos infantiles y de su rivalidad. Al padre se le ama porque es dador de ley, puede ser el sustento de la familia pero a la vez se le puede llegar a odiar por la existencia de celos inconscientes, pues hay algo que solo a él le es reservado en la relación con la madre. Para un niño, un grado de maduración es llegar a aceptar al padre como origen de su vida y como protector de la misma. El odio, desencadenado por los celos, desencadena deseos ambivalentes el mismo, sentimientos de los cuales, una vez fallecido el padre, cobran fuerza y si en algún momento del desarrollo, el niño sintió el deseo de perder al padre de vista, tras la muerte, dicho deseo infantil se satisface, por lo tanto, ante la muerte del padre, siempre hay tristeza pero alegría inconsciente. La culpa y el remordimiento por la satisfacción de dicho deseo, es el desencadenante de la depresión, que no deja de ser mas que un castigo por la existencia de deseos ambivalentes. Según como el niño haya resuelto su complejo de Edipo, así será la relación con su padre: mas amorosa o mas odiosa. Cuando es amorosa, la pérdida se elabora fácilmente pero cuando hacia el padre existía un odio o unos celos inconscientes, la pérdida puede desencadenar una depresión, la cual, esconde el sentimiento de culpa por la satisfacción de un deseo infantil: la muerte del padre para quedar en posesion exclusiva de la madre.

domingo, 6 de marzo de 2011

EL ORIGEN DE LA AGRESIVIDAD

La agresividad tiene su origen en la fase del espejo. Durante este estadio, el niño busca identificarse a la figura de los padres y frente al sentimiento de sentirse incompleto, busca esa completud en la imagen de ellos. Es importante señalar que todo humano, pasa por el llamado complejo de Edipo. Resumiéndolo diríamos que es una especie de amor y odio, ambivalente hacia la figura de los padres por el sentimiento de celos que producen en la figura del niño. Semejante Complejo, perdura de manera inconsciente y para el niño, sus padres siempre son una fuente de amor y de odio. De adulto, frente a los otros, experimentamos agresividad cuando nos recuerda de manera inconsciente algo de la relación amor y odio hacia las figuras parentales. Los celos, no dejan de ser un sentimiento infantil que desencadena la agresividad que en su momento, el niño no pudo exteriorizar hacia el padre o la madre. La envidia se produce frente a la imagen completa del otro o frente a lo que el otro tiene y a mi me falta. Frente a la imagen completa del otro, surge la agresividad con la intención de romper porque no se tolera lo que a uno mismo le falta y que el otro tiene. La agresividad tambien surge frente a las diferencias del otro y el afan de dominarlo o someterlo. Cuando no puede ser, la agresividad hace su aparición. Podemos decir que todo acto agresivo es del orden del sadismo, expresado en la relación con los otros.Cuando la moral del individuo no deja exteriorizar dicha agresividad, se vuelve hacia el sujeto en calidad de masoquismo, de manera que no deja de ser una agresividad o un sadismo pero hacia uno mismo. El psicoanálisis es capaz de hacer entender cualquier actitud humana destructiva. Como bien dice el Poeta Miguel Menassa, " el amor y el odio se parecen, gritaba el condenado".