En 1940, Freud escribe el artículo: Escisión del “ yo” en el proceso de defensa, haciendo alusión a una manifestación del “ yo” ante situaciones de mucha presión o bajo la influencia de un trauma psíquico. Para explicarlo, nos pone el ejemplo del “yo” de un niño que se halla bajo el influjo de una exigencia instintiva poderosa que se halla acostumbrado a satisfacer y que súbitamente es asustado por una experiencia que le enseña que la continuación de esta satisfacción traerá consigo un peligro real casi intolerable. Debe entonces decidirse, o bien por reconocer el peligro real, darle la preferencia y renunciar a la satisfacción instintiva, o bien por negar la realidad y pretender convencerse de que no existe peligro, de modo que pueda seguir con su satisfacción. Así, hay un conflicto entre la exigencia del instinto y la prohibición por parte de la realidad. Pero en la práctica el niño no toma ninguno de estos caminos o mas bien sigue ambos simultáneamente, lo cual viene a ser lo mismo. Replica al conflicto con dos reacciones contrapuestas y las dos válidas y eficaces. Por un lado, con la ayuda de ciertos mecanismos rechaza la realidad y rehúsa aceptar cualquier prohibición; por otro lado, al mismo tiempo, reconoce el peligro de la realidad, considera el miedo a aquel peligro como un síntoma patológico e intenta, por consiguiente, despojarse de dicho temor. Hay que confesar que ésta es una solución muy ingeniosa. Las dos partes en disputa reciben lo suyo: al instinto se le permite seguir con su satisfacción y a la realidad se le muestra el respeto debido. Pero todo esto ha de ser pagado de un modo u otro, y este éxito se logra a cosa de un “ desgarrón del yo “ que nunca se cura, sino que se profundiza con el paso del tiempo. Las dos reacciones contrarias al conflicto persisten como el punto central de una escisión del “yo”. ( continuará )
jueves, 29 de marzo de 2012
LOS SINTOMAS EN LA NEUROSIS OBSESIVA
Los síntomas de la neurosis obsesiva son, en general de dos géneros de tendencias opuestas. Son, en efecto, prohibiciones, medidas preventivas y penitencias, esto es, síntomas de naturaleza negativa; o, por el contrario, son satisfacciones sustitutivas simbólicamente disfrazadas muchas veces. De estos dos grupos, el mas antiguo es el grupo de síntomas negativos defensivos; pero, conforme va perdurando la enfermedad, van predominando las satisfacciones sustitutivas, que burlas toda defensa. La formación de síntomas alcanza un triunfo cuando consigue amalgamar la prohibición con la satisfacción de una manera tal que lo que originalmente fue un mandamiento defensivo o una prohibición adquiere también la significación de una satisfacción, a cuyo efecto se utilizan con frecuencia caminos de enlace extraordinariamente artificiosos. En los casos extremos consigue el enfermo que la mayor parte de sus síntomas sumen a su significación primitiva la completamente contraria, manifestándose así el poderío de la ambivalencia, la cual desempeña, un poderoso papel de extraordinaria importancia en la neurosis obsesiva. En los casos menos complicados, el síntoma es de dos tiempos, o sea, que el acto que ejecuta cierto mandamiento sigue inmediatamente otro que suprime o deshace lo hecho, aunque no llegue a realizar lo contrario. De esto, extraemos dos impresiones: primeramente que en la neurosis obsesiva se mantiene una lucha constante contra lo reprimido; lucha que va haciéndose cada vez mas desfavorable a las fuerzas represoras; y en segundo lugar que el yo y la ley moral del individuo toman una parte importantísima en la formación de síntomas. A diferencia con respecto a otras neurosis, la sexualidad genital resulta ser débil y muy poco resistente, de manera que cuando el yo inicia su defensa, se produce una regresión de la sexualidad genital a la fase anterior: la fase sádico-agresiva, que determina el complejo de síntomas agresivos propios de los obsesivos.
La regresión a estados anteriores de la personalidad, digamos que más jóvenes, son un mecanismo de defensa del yo frente a las exigencias de la libido de adulto, que pone al yo frente al compromiso de una organización genital mas madura. Digamos que el obsesivo, de lo que no quiere saber es de la reproducción, no tanto de la sexualidad, sino de su fisura: ¿qué es para el obsesivo un padre?
LA SEXUALIDAD DE LA MUJER ( 3ª parte )
La niña, en algún momento debe separarse de la madre para iniciar su sexualidad con la figura del padre. Tras descubrir su carencia de pene, sobre todo cuando se ha comparado con hermanos varones u otros compañeros de juego, surge un desprecio por la figura materna, a la cual responsabiliza de su inferioridad orgánica. Ante este descubrimiento, la niña puede evolucionar hacia una suspensión de toda su vida sexual, hacia un obstinado deseo masculino de que le crezca un pene o hacia los primeros arranques de la feminidad definitiva.
En algún momento, la niña puede empezar a manifestar una actividad masturbatoria, en principio libre de fantasías. La intervención de la madre en la higiene corporal, produce una huella de recuerdo, donde los primeros estímulos sexuales de su zona genital son producidos por dichas manifestaciones de limpieza por parte de la madre. Hay un incentivo para el desarrollo de la masturbación clitoridiana, que suele ser reprendida duramente por la madre. Son muchos los ejemplos donde las niñas se masturban sin pudor, bien con la manos, frotando las piernas, con objetos puntiagudos o en juegos con otras amigas. La niña puede abandonar la masturbación o desarrollar una terca y desafiante persistencia masturbatoria que le abre la vía al desarrollo de la masculinidad, lo cual puede condicionar su desarrollo sexual hacia un goce clitoridiano masturbatorio mas que vaginal. La prohibición por parte de la madre, puede suponer un resentimiento hacia ella que interviene a favor de la separación de la misma. El mismo tema vuelve a activarse después de la pubertad, cuando la madre asume su debe de proteger la castidad de la hija. No olvidemos que la madre se opone de idéntica manera a la masturbación del varón, suministrándole también así a éste un poderoso motivo de rebelión.
Cuando la niña descubre frente al niño, la carencia de pene, no suele aceptar ni reconocer esta falta. Se puede aferrar a la expectativa de llegar a tener alguna vez un órgano parecido al del varón. La niña puede comenzar a considerar esta carencia como un infortunio personal que se refleja en la mujer adulta bajo el sentimiento de inferioridad. Frase como “ me siento inferior, no valgo para nada, no sirvo para mucho, no consigo lo que quiero, todo me sale mal, etc, “ son frases que muestran de manera inconsciente su decepción infantil por la carencia de pene. Una vez que ella se da cuenta que todas las mujeres son igual que ella, puede sucederle lo que le ocurre a muchas mujeres, que es desvalorizar a todas las mujeres y especialmente a su madre, con la que puede manifestarse agresivamente por haberla hecho incompleta. El final de esta primera fase de vinculación a la madre, emerge como el motivo mas poderosos para apartarse de ella, el reproche de no haberla dado a la niña, un órgano genital completo como el del varón.
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