Hay un origen como en todo estado de ánimo o enfermedad mental. Tras la experiencia clínica de treinta años practicando como médico el psicoanálisis, observo que el concepto de “pérdida” juega un papel fundamental en el origen y causa de un estado triste y deprimido hasta la eclosión de una depresión.
Toda pérdida produce una falta, algo que se desgarra del yo, una herida que no sólo duele sino que tarda tiempo en curarse.
Cuando un niño, adolescente o adulto no tiene capacidad suficiente para sustituir aquello que ha perdido, el dolor por la pérdida no solo se prolonga, sino que se melancoliza, es decir, la persona añora lo perdido y lo nuevo que aparece no logra compensar la pérdida. De ahí lo importante que es entender el concepto de narcisismo, ya que aquello que un niño, adolescente o adulto pierde es algo que estaba muy ligado a su yo, es decir, formaba parte de él y perderlo supone un desgarro en el yo, una herida narcisista que no siempre logra cerrarse y es a lo que debemos prestar atención.
No sólo la pérdida de personas nos produce dolor, sino la pérdida de una situación laboral, vital, familiar, amistad, ideales, juventud, objetos.. digamos que en el transcurso de nuestra vida estamos permanente sufriendo pérdidas. A veces mas y a veces menos pero toda pérdida supone una pérdida de una parte de nuestro yo.
Cuando por circunstancias que hay que personalizar no se puede compensar la pérdida con otra nueva adquisición, el yo de la persona comienza a mostrarse débil, con dificultad para mostrar interés por nuevos aspectos de la vida. Decimos que la sombra de lo perdido ha caído sobre el yo y este vive en añoranza, en melancolía, pena, dolor y tristeza por lo perdido, por el recuerdo de lo mismo, por no volverlo a tener.
Este profundo recuerdo de lo perdido que no deja de atormentar al yo, le sume en una profunda tristeza que de no superarla, le llevará a una depresión.