El reproche obsesivo y el castigo son dos
de las características más frecuentes en el trastorno obsesivo compulsivo.
Lo que tanto le perturba es la voz de la
conciencia, siempre reprochante, acusadora y castigadora.
El “yo” de toquiano siempre es una
constante batalla contra sí mismo, contra otro de él mismo que le habla, le
critica, le obliga a hacer cosas que no quiere, le condena, le amenaza. El
toquiano vive dominado por una parte inconsciente de la personalidad.
Le atormenta y le hace vivir en la celda
de los pensamientos obsesivos, en los rituales a los cuales no puede evitar
estar sometido para lograr una calma a su espíritu.
El reproche siempre es moral: no sirves
para nada, eres mala persona, tienes malos pensamientos, tienes deseos que no
son buenos. Si la gente supiera lo que piensas, no te mereces nada bueno….
Comprobamos que no deja de ser un penoso sentimiento de culpabilidad por algo
que el toquiano llevó a cabo o deseó y ahora se reprocha la naturaleza de sus
deseos.
La culpa solo puede venir por desear
hacer algo o haber hecho algo de lo cual se obtuvo alguna satisfacción. Eso que
alguna vez el toquiano quiere llevar a cabo es de lo que ahora se culpa, pues
tras el reproche es porque hay un deseo “condenable” de llevarlo a cabo. Es
castigado por lo que desea.
Llama poderosamente la atención que
numerosos sujetos con toc, tengan pensamientos agresivos obsesivos hacia las
personas o seres queridos. Matar al padre, al hermano, a la pareja, al propio
hijo… Esta serie de pensamientos agresivos son el resultado de deseos
inconscientes que en algún momento o por alguna circunstancia han rozado la
conciencia del toquiano.
Todo niño tiene sentimientos hostiles
hacia los padres o hermanos por cuestiones de celos. Así mismo, es fácil
despertar en un niño agresividad cuando se le ponen límites a su actividad.
Siempre que el padre o la madre le marcan límites y no le dejan hacer lo que
quiere, se despiertan en él sentimientos agresivos de carácter sádico que tras
su represión quedan en la parte inconsciente de la personalidad.
Cada vez que algún ser querido despierta
su agresividad, vuelven los deseos sádicos que alguna vez con anterioridad fueron
sentidos por el obsesivo hacia ellos.
Hay por lo tanto un constante retorno, un
volver a encontrarse con algo ya sentido alguna vez y esta es la causa del
reproche: el encuentro con una parte contraria de sí mismo que funciona de
manera independiente dentro de la mente del paciente obsesivo ( continuará)
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