Vivir tiene una complejidad y es que no
hay fórmulas para vivir. La vida, cualquier vida es una construcción que en
parte está determinada por los modelos ideológicos familiares y sociales.
Digamos que hay moldes estándar para todos, situaciones que todos repetimos o
hacemos igual y la vida puede ser una vida diseñada por la sociedad o la
familia. Sin embargo, en mi experiencia como especialista, estos modelos de
vivir que todos llevamos a cabo, con el tiempo, nos damos cuenta que no
terminan de ser los modos de vivir a los cuales aspiraríamos. Esto nos lleva a
tener momentos donde uno se plantea si la vida que está haciendo es la vida que
quiere vivir. De ahí que muchas crisis de pareja o personales guardan relación
con darse cuenta de estar viviendo una vida insatisfecha. Construir una vida
lleva unos años y lo que construimos es a lo que nos atamos, de ahí que según
pasan los años, los compromisos adquiridos, limitan en parte cualquier
tentativa de cambio porque la incertidumbre de saber si uno podrá llevar a cabo
el cambio y de lograrlo, produce un miedo, que amilana el carácter y la
tentativa de cambiar. Para cambiar hay que tener un plan y una manera de
llevarlo. Sabiendo que todo cambio producirá cambios en las relaciones
cercanas. Sin un plan, sin una idea de cambio, sin los instrumentos adecuados,
los cambios difícilmente se llevan
cambio porque el miedo, la inseguridad, la duda, son sentimientos
comunes de los cuales padecemos las personas y nos impiden llevan a cabo los
cambios.
Cambiar no tiene que ser malo pero hay
que saber para qué se quiere el cambio. ¿Cambiar equivale a terminar con cosas?
A veces si y a veces no. Desde el psicoanálisis, cambiar es sumar, es decir,
introduzco algo nuevo en mi vida, sin tener que romper o deteriorar mi vida, es
decir, el cambio debe ser enriquecedor. Cuando la situación que uno vive le
resta energía, le deteriora la vida y le hace descender de categoría como
humano, es cierto que finalizar puede ser la llave de una nueva vida. Todo
cambio conlleva movimientos, produce inquietud, supone un nuevo reto y ante
todo, supone la aceptación de que algo no es para siempre. El miedo al cambio frena,
es carente de futuro, es una excusa para no trabajar por el cambio y no asegura
la felicidad. La valentía es motor de
cambio y cambiar, debería ser una suma, nunca una resta. Psicoanálisis para las
almas ambiciosas.
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