La mayoría de los pacientes que
acuden a consulta con un trastorno obsesivo compulsivo, refieren tener
fantasías agresivas hacia personas tanto queridas como no queridas. Esto les
supone un gran malestar pero a veces también una intensa excitación sexual que
genera un interesante sentimiento de culpabilidad. Así mismo, la fantasía en el
hombre suele ser denigrando a mujeres o siendo el víctima de un deseo
homosexual.
Cuando investigamos en este tipo de
pacientes, llegamos hasta el inicio de su etapa sexual infantil y nos
encontramos en ellos que había un interés especial cuando veían que “un niño
era pegado”. Este tipo de situaciones se presenciaban habitualmente en la
Escuela e iban unidas a fantasías de flagelación. Sin embargo, dichas fantasías
de pegar o ser pegado, ya se habían producido con anterioridad en el niño pero
había quedado olvidada por una laguna mental dicho recuerdo.
Este tipo de pacientes, con
vergüenza, reconocen encontrar un elevado placer que culminaba en un acto de
satisfacción autoerótica en el acto de ver cómo pegaban a un niño. Pero
simultáneamente, asistir a escenas violentas, provocaban en el niño
sentimientos tumultuosos e intolerables. Ante la pregunta de quién era el niño
golpeado, siempre surgía la misma respuesta: no lo sé, pegaban a un niño. El
poderoso sentimiento homosexual que experimentan la mayoría de los pacientes
con toc, guarda relación en los hombres con fantasías femeninas, donde el
sujeto acaba ocupando un lugar femenino. Su fundamento tiene relación con lo
que voy a exponer a continuación.
Cuando en el desarrollo sexual del
niño, ha habido un componente sexual sádico, lo predispondrá a la neurosis
obsesiva, que luego queda transformado en un deseo masoquista, como ahora
veremos. Los estudios que el psicoanálisis lleva a cabo, muestra que las
fantasias de ser golpeado o golpear, donde se incluye las fantasias
homosexuales de ser dominado, se corresponde a un desenlace y no a un comienzo
o principio. Los pensamientos repetitivos que aparecer en el toc, que se mantienen
en el tiempo y que acaban teniendo forma de síntomas, son producidos por una
compleja evolución en la historia del sujeto, cuyo inicio data del comienzo de
la edad infantil, donde el niño comienza a tomar conciencia de la sexualidad.
En el caso de las mujeres, relatan
que en la fantasía de ver pegar a un niño, siempre es un hermano o una hermana
menor cuando los tiene. Esta fantasía es de carácter sádico pero por norma
general, quien pega al hermano, suele ser el padre. Entonces, en la primera
fase de la fantasía, es el padre, quien pega al niño. Más adelante, cuando la
fantasía se va desarrollando, la sujeto acaba reconociendo que en la fantasía
que tanto placer le da, describe que el niño golpeado por el padre, soy yo. Es
decir, esta fantasía de la niña, de verse golpeada por el padre, tiene un
indudable carácter masoquista. Generalmente, nunca llegan a pronunciar los
sujetos esta fantasía, ya que acaba siendo una construcción que el
psicoanalista muestra a la sujeto.
Cuando nos preguntamos por el origen
del masoquismo femenino, llegamos a la conclusión después de ser estudiado con
atención y detenimiento, que la fantasía de ser pegada por el padre, se
corresponde con una etapa en el desarrollo de la niña, donde la cual se halla
bajo el complejo parental, es decir, la niña aparece en este periodo
tiernamente fijada al padre, habiendo previamente una actitud hostil hacia la
madre.
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