domingo, 15 de julio de 2012

LA LEY MORAL EN EL TOC


LA LEY MORAL EN EL TOC

El toquiano, vive en un laberinto atrapado de palabras o rituales. Todo el desarrollo de su libido sexual es consigo mismo. Desde los casos más jóvenes a los más adultos, el toc cumple la función de agotar la libido sexual que no ha podido proyectarse sobre los objetos externos al propio sujeto. El éxito de la terapia psicoanalítica en el toc, es debido al análisis de la sexualidad infantil perversa que el toquiano desarrolló en etapas muy prematuras de su vida. ¿Por qué la psiquiatría o la psicología no logran curar el toc?. La respuesta está no en la psiquiatría o en la psicología, sino en los psiquiatras y en los psicólogos, que son personas que no tiene analizada su propia sexualidad. Cuando un llamado “ especialista de la mente”, no tiene psicoanalizada su propia sexualidad, jamás podrá acceder a la parte inconsciente de la personalidad de sus pacientes con toc para encontrar el motivo de su dolencia. Hay una vergüenza en el toquiano a contar su goce sexual perverso infantil, pues eso mismo de lo que él gozó, es algo que también le pasó al psiquiatra o al psicólogo en mayor o menor medida. ¿qué ocurre entonces? Cuando un especialista ve en el paciente algo que le recuerda a él mismo, por un mecanismo de defensa, acaba rechazando al paciente toquiano, porque el recuerda algo de lo que él ha padecido. Hay en todo sujeto humano, una sexualidad infantil perversa que es origen del malestar actual dentro de la cultura sexual. El hombre, la mujer, padecen de trastornos mentales porque la sexualidad infantil que desarrollaron o comenzaron a desarrollar, tuvo que se reprimida para fundar la propia moral sexual. El enigma y a la vez su respuesta,  de la sexualidad infantil, está en el llamado Complejo de Edipo. Los padres, los hermanos, son fuente erógena de deseos perversos. ¿Quién no tuvo deseos hacia sus padres o hermanos? Nadie se libra, porque la familia, es el primer modelo sexual al cual accedemos. En la represión de dicha sexualidad, nos constituimos como personas  pero según las vivencias o las fantasías sobre las vivencia familiares en torno al deseo que nos producen nuestros padres o hermanos, así desarrollamos más tarde una sexualidad adulta. El toquiano, tiene un Edipo sin resolver. Su pasión sexual, está atrapada en lo familiar, de hecho, le cuesta mucho tener relaciones con otras personas, ya que todos sus síntomas se remiten a la satisfacción de deseos sexuales perversos. Todos sus rituales, tanto de limpieza, como de orden, hacen alusión a lavar la impureza de su alma. Por eso, que el toquiano vive dentro de una trama donde la moral sexual que ha desarrollado ha sido un dique de contención frente a sus deseos sexuales infantiles perversos. 

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