LA LEY MORAL EN EL TOC
El toquiano, vive en un laberinto atrapado de palabras
o rituales. Todo el desarrollo de su libido sexual es consigo mismo. Desde los
casos más jóvenes a los más adultos, el toc cumple la función de agotar la
libido sexual que no ha podido proyectarse sobre los objetos externos al propio
sujeto. El éxito de la terapia psicoanalítica en el toc, es debido al análisis
de la sexualidad infantil perversa que el toquiano desarrolló en etapas muy
prematuras de su vida. ¿Por qué la psiquiatría o la psicología no logran curar
el toc?. La respuesta está no en la psiquiatría o en la psicología, sino en los
psiquiatras y en los psicólogos, que son personas que no tiene analizada su
propia sexualidad. Cuando un llamado “ especialista de la mente”, no tiene
psicoanalizada su propia sexualidad, jamás podrá acceder a la parte
inconsciente de la personalidad de sus pacientes con toc para encontrar el
motivo de su dolencia. Hay una vergüenza en el toquiano a contar su goce sexual
perverso infantil, pues eso mismo de lo que él gozó, es algo que también le
pasó al psiquiatra o al psicólogo en mayor o menor medida. ¿qué ocurre
entonces? Cuando un especialista ve en el paciente algo que le recuerda a él mismo,
por un mecanismo de defensa, acaba rechazando al paciente toquiano, porque el
recuerda algo de lo que él ha padecido. Hay en todo sujeto humano, una
sexualidad infantil perversa que es origen del malestar actual dentro de la
cultura sexual. El hombre, la mujer, padecen de trastornos mentales porque la
sexualidad infantil que desarrollaron o comenzaron a desarrollar, tuvo que se
reprimida para fundar la propia moral sexual. El enigma y a la vez su
respuesta, de la sexualidad infantil,
está en el llamado Complejo de Edipo. Los padres, los hermanos, son fuente
erógena de deseos perversos. ¿Quién no tuvo deseos hacia sus padres o hermanos?
Nadie se libra, porque la familia, es el primer modelo sexual al cual
accedemos. En la represión de dicha sexualidad, nos constituimos como
personas pero según las vivencias o las
fantasías sobre las vivencia familiares en torno al deseo que nos producen
nuestros padres o hermanos, así desarrollamos más tarde una sexualidad adulta.
El toquiano, tiene un Edipo sin resolver. Su pasión sexual, está atrapada en lo
familiar, de hecho, le cuesta mucho tener relaciones con otras personas, ya que
todos sus síntomas se remiten a la satisfacción de deseos sexuales perversos.
Todos sus rituales, tanto de limpieza, como de orden, hacen alusión a lavar la
impureza de su alma. Por eso, que el toquiano vive dentro de una trama donde la
moral sexual que ha desarrollado ha sido un dique de contención frente a sus
deseos sexuales infantiles perversos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario