Antonio es un niño de 5 años, acude a consulta por ser hiperactivo desde hace dos años. Hasta el momento actual había tenido un desarrollo intelectual normal pero desde hace varios meses se ha vuelto osco, cabezón, agresivo con todas las personas que le rodean, se pelea en casa con su hermana de 10 años y no acepta ninguna orden que provenga ni del padre ni de la madre. Le pregunto a los padres que hábitos de higiene tienen dentro de la familia. Comentan que andan desnudos por la casa, que a veces ella o él se duchan con el pequeño y habitualmente le bañan con la hermana.
La primera indicación que hago es decirle que cambien absolutamente dichos hábitos. Deben de dejar de pasearse desnudos por la casa, cerrar la puerta del baño cuando hagan sus necesidades y bajo ningún concepto, el pequeño debe ser bañado con la hermana. Los padre me miran con cara de incredulidad pero deciden llevar a cabo dichas indicaciones. Los cito quince días después. Vienen sorprendido porque refieren que Antonio se ha calmado, está más pacífico, vuelve a tener una conducta amable en el colegio aunque de vez el cuando salta con algún gesto de violencia.
Meses después de tratamiento psicoanalítico, descubro que la causa que había provocado la hiperactividad en el niño y la agresividad era la incapacidad para comprender las diferencias sexuales entre un hombre y una mujer. Al pequeño le habían despertado una sexualidad incipiente no propia de su edad debido a juegos de tocamiento con la hermana. La aparición de las primeras sensaciones placenteras genitales le había llevado a investigar la diferencia genital entre los hombres y las mujeres, diferencia que para su corta edad, el niño no podía llegar a comprender. La falta de la capacidad para comprender las diferencias anatómicas, unido a una excitación sexual permanente que el pequeño hallaba en su casa a través de la visión de los miembros de la familia desnudos, había colapsado su capacidad de razonar y se había transformado en una agresividad propia de quien quiere comprender y no puede por falta de conocimientos. Así mismo, la hiperactividad era el resultado de una excitación sexual genital que el pequeño no podía canalizar bien a través de algún acto sexual, imposible para su edad pero que le perturbaba su joven y excitable cerebro. En un año de tratamiento ha vuelto a ser un niño completamente normal y han desaparecido absolutamente todos los síntomas de hiperactividad y agresividad.