domingo, 19 de julio de 2009
LA IMPORTANCIA DE CONOCERSE A SI MISMO
Si durante la escolaridad, hubíera recibido conocimientos sobre el funcionamiento de la mentE, posíblemente mi vida de adolescente y jóven adulto me hubiera resultado más fácil. Quiero decir que hasta que no conocí el psicoanálisis con 19 años, el conocimiento sobre sí mismo, era cero. Recuerdo, que no comprendía muchas de mis reacciones, tampoco entendía por qué me equivocaba con los amigos y no veía muy claro hacia donde orientar mi futuro personal, teniendo en cuenta que provenía de una familia de clase muy obrera. Todo eran dudas, incertidumbre y angustia, porque me sentía perdido como un naúfrago en medio del mar, ala deriva. Recuerdo con 18 años, que mi madre enfermó y el negocio de mi padre se hundió. Yo me tuve que poner a trabajar para ayudar a la familia porque no llegaba el dinero ni para comer. Había un ambiente de tristeza que nadie sabía cómo afrontar. Recuerdo haber sido siempre un chico muy vital, jovial y energético, pero aquella situación pudo conmigo y sentí que no podía más con el sentimiento de impotencia que embargaba mi vida. Consulté a una profesora psicóloga que me daba clases durante mi etapa de Formación Profesional, porque yo notaba que en sus clases, ella sabía muchas cosas de cómo funcionaba la mente de las personas. Con mucho malestar, la dije que se me hacía muy pesada la vida que estaba viviendo y que no sabía como crear para mí otro destino. Ella me preguntó si tenía algún dinerillo, le dije que sí, que tenía ahorrado 20.000 pesetas. Me dijo: te voy a poner en contacto con una psicoanalista de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero. Llegué a la primera entrevista muy entusiasmado y después de conversar me sentí muy aliviado, porque en tan solo treinta minutos me habían enseñado una manera más positiva de ver mi situación. Allí comenzó mi viaje hacia mí mismo, que fue el comienzo de mi psicoanálisis. Empecé a comprender el por qué de mis miedos, obsesiones, fobias, tristeza, alegrías, inseguridades, incluso las cuestiones de mi naciente sexualidad, se fueron aclarando. Era tanto lo que me daba el psicoanálisis que a todos mis amigos les mandé psicoanalizarse, hecho que todos agradecieron. Pude dar apoyo a mi familia, hacer la carrera de medicina, convertirme en psicoanalista, analista de empresas, director deportivo, escritor y hasta cantante de ópera. Y yo sólo era un jóven de 19 años vitalista, optimista, hijo de una familia de vaqueros que había heredado el negocio hundido de su familia.
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