Antes de ser psicoanalista, me hice médico y antes de médico fui un joven de 18 años que acudió a una amiga psicóloga pidiéndole ayuda. Aquel joven no comprendía por qué al levantarse tenía que hacer metódicamente y en el mismo orden todas las tareas higiénicas y si cometía un error, debía volver a empezar, de manera que lo que tenía que hacer en 40 minutos, tardaba casi dos horas en hacerlo. Tras cerrar la puerta de su casa, cuando estaba cerca del Instituto, le asaltaba la idea de no haber cerrado la puerta y por esa causa, podría entrar alguien y asesinar a su familia. Entonces, volvía de nuevo y para encontrarse con la puerta cerrada, lo comprobaba dos y tres veces y se volvía de nuevo al Instituto. Siempre llegaba tarde a la primera clase. A la hora de estudiar, tenía que poner en la mesa un crucifijo y rezar el rosario. Cuando se confundía en algún Ave María, tenía que comenzar de nuevo el rosario. Acabó por hacerlo tan lento que podía pasar hora y media rezando antes de ponerse a estudiar. Mientras estudiaba, los libros tenías que formar una especie de montaña a la derecha y a la izquierda. Así, aquel joven se sentía protegido entre aquellas montañas de libros. Se vestía con la misma ropa y cada 15 minutos tenía que beberse un vaso de agua para purificarse. Al estudiar tenía que leer cada frase entre 10 y 20 veces para enterarse. En su mente había días que aparecía pensamientos muy sexuales y horrorosos. Cuando cedieron dichos pensamientos, comenzaron los pensamientos asesinos hacia su propia familia. No podía comer en la misma mesa porque al ver los cuchillos o las tijeras se le pasaba por la cabeza cogerlo y clavárselo uno a uno y luego él cortarse el cuello. Luego le aparecían sentimientos de culpa que sólo calmaba brevemente rezando. Un día en la Iglesia comenzó a tener pensamientos de gritar blasfemias contra Dios y la Virgen. Dicho temor le hizo dejar de ir a los oficios religiosos. En el entierro de su abuelo tuvo pensamiento alegres hacia la muerte del mismo y pensó en bailar “ Cantando bajo la lluvia “. Aquella idea le hizo sentirse un ser despreciable. Después comenzaron los pensamientos de estrangular a las personas que le caían mal o que él creía que le habían hecho algo malo. En su mente tenía fuertes discusiones con los conductores, cualquier transeúnte que le empujara, contra el conductor del autobús por no parar, contra sus hermanos, padre, madre a los que acababa sometiendo a los más terriblesy crueles tormentos, para acto seguido arrepentirse y rezar más de cien veces seguidas el rosario. A la hora de dormir, la cama tenía que estar junto a puerta obstaculizando su salida, de esa manera no podría levantarse por la noche y hacer daño a su familia con los cuchillos de la cocina. Descolgaba el crucifijo y lo besaba doscientas veces antes de acostarse pidiendo a dios que no le permitiera realizar los pensamientos que tanto le atormentaban. Acosado por tantos pensamientos y actitudes que le encadenaban quitándole energía, decidió pedir ayuda a una profesora psicóloga. Aquella mujer era también psicoanalista y después de escucharme atentamente, yo sentí un alivio cuando me dijo: ¿ tienes algo de dinero ahorrado? Porque vas a comenzar tu psicoanálisis. Me dio el teléfono de una psicoanalista del Grupo Cero. Fui tan decidido y tan ilusionado que en la primera entrevista, me di cuenta que había una persona que me comprendía. Fueron varias las preguntas que me hizo y al final acordamos vernos dos veces por semana. Me hizo precio de estudiante, lo cual siempre le agradeceré y en tres semanas, los pensamientos que tanto me atormentan, comenzaban a perder fuerza, sobre todo al darme cuenta de su procedencia y de la relación que tenían con mi historia familiar infantil. Después de cada sesión salía grande y crecido, las manías iban cediendo, los pensamientos que tanto me atormentaban tenían ya un sentido muy distinto al que yo creía y mi primer curso de medicina se iba haciendo fácil para mí. Entré a trabajar los fines de semana en una compañía de seguros, y tras un primer año de intenso trabajo psicoanalítico, mi trastorno obsesivo compulsivo había desaparecido. En su lugar, quedaron muchas preguntas abiertas que se fueron clarificando con el paso del tiempo, pero ya no sufría, era un joven normal, estudiante de primero de medicina y con todo un futuro por delante. Nunca tuve que necesitar medicamentos, lo cual siempre agradeceré al psicoanálisis. Por eso puedo decir que a mí, el psicoanálisis me curó de un grave trastorno obsesivo compulsivo.
domingo, 4 de octubre de 2009
YO ME CURE DE UN TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO ( TOC )
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2 comentarios:
Todos mis respetos hacia tu persona y doble agradecimiento... uno en lo personal, al ver la claridad y el valor con los que expresas lo sufrido y el gran trabajo individual que has realizado; y dos, por dar tu testimonio y aportar algo a todos los que estamos a favor de la subjetividad y que creemos que hay algo más que medicamentos y pautas que cumplir.
Me gusta mucho tu página. Yo fui diagnosticada con TLP y nunca quise hablar a nadie sobre mis obsesiones. Siempre tuve pensamientos y sensaciones de que mis peores miedos podían hacerse realidad, que podía enfermar gravemente y demás. Tengo mis rituales, aunque creo que lo más molesto es cuando la compulsión es mental... Calmar un pensamiento con otro es terrible. Actualmente estoy haciendo terapia, ya no me medican porque yo quise dejar de hacerlo, y el psicoanálisis creo que está ayudándome más que otras cosas que he intentado. Me cuesta comprender por qué ayuda tanto cuando también es un problema químico, físico... Podrías explicarme un poquito eso?
Bueno, quiero dejarte la dirección de mi blog para que pases y comentes lo que quieras.
Dana.
www.borderstoc.blogspot.com
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