La primera situación de rebeldía que
acontece en un hijo, tiene su motivo con la aparición de los celos. Debemos
matizar que los celos pueden ser hacia uno o ambos progenitores o bien hacia
alguno de los hermanos.
Cuando los celos son hacia las figura
materna o paterna, tiene su origen en el llamado complejo de Edipo. Dicho
complejo lo padecen todos los seres humanos y no deja de ser un momento de
“civilización” para el menor que a veces tiene consecuencias violentas.
La relación tanto del varón como de la
hembra con la figura materna, está
marcada por el sentimiento de posesión hacia ella. Aquí entra en juego la
personalidad de la madre en el sentido que dicho sentimiento de posesión puede
estar fomentado de manera inconsciente y a veces conscientemente por ella. Lo
cierto es que cuanto más dependiente hace la madre a su hijo de ella, mas
posibilidades existen de la aparición de celos violentos hacia la figura del
padre o hacia lo hermanos. Si el hijo se ha vuelto muy posesivo porque la madre
ha fomentado dicha posesión, cualquier persona que acapare su atención, en este
caso el padre o los hermanos, despertará un sentimiento de celos en el niño.
Debemos hablar de varias etapas en el
desarrollo infantil hasta llegar a la adolescencia. Tanto en el niño como la
niña, la figura paterna es quien primero despierta los celos. Una vez que el
desarrollo va aconteciendo, para el niño varón la madre es su objeto amoroso y
para la niña, será el padre. Esto lleva a una situación de rebeldía y
rivalidad, hacia el padre por parte del varón y hacia la madre por parte de la
hembra. Sin embargo, podemos encontrar cualquier variante de celos y rivalidad
hacia los padres tanto en el varón como en la hembra. El niño y la niña, pueden
tener celos y mantener una actitud de rivalidad y rebeldía hacia uno u otro
progenitor y a veces hacia ambos.
La mayoría de las actitudes rebeldes en
los adolescentes, deben investigarse desde la posición de los celos. Cuanto
mayor son los celos, mayor suelen ser la rebeldía, la rivalidad, el desprecio y
el afán de venganza hacia las figuras paternas. No resulta fácil para los
padres manejar los celos que un hijo padece, por lo tanto, se aconseja la
intervención de un especialista para poder marcar pautas de comportamiento a
los padres y hacer entender al adolescente su comportamiento.
Cuando los celos son despertados por la figura de
un hermano, bien recién nacido o ya nacido antes que el menor, la manifestación
de los celos es evidente por la rivalidad, la pelea, el desprecio, el odio que
pueden exteriorizar hacia el mismo. Podemos encontrarnos acusaciones del
adolescente hacia los padres de “querer mas a su hermano que a él o mostrar
ciertas preferencias”. Aquí la labor de los padres es importante y vuelve a ser
aconsejable la intervención terapéutica porque unos celos que perduran en la
adolescencia, con signos de violencia y agresividad muestran que han conformado
el carácter del adolescente con posibles repercusiones futuras en sus
relaciones personales. Unos celos muy intensos, hablan de un fuerte lazo
afectivo de unión hacia los padres y hermanos. Quiero decir que tras unos
celos, siempre se esconden deseos sexuales inconscientes que el adolescente desconoce
pero que padece sus efectos. Cuando la rebeldía afecta a los estudios, a la
relación con los padres y se observa un sufrimiento en él, una intervención terapéutica
mejora los síntomas de los celos y ayuda a que el adolescente se desligue de
ciertos lazos familiares que le someten a la familia y pueda incorporarse al
mundo de manera más sana.
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