jueves, 25 de diciembre de 2014

¿POR QUÉ ME DEPRIMEN LAS NAVIDADES?

La navidad produce un estado general de tristeza y melancolía en todos los seres humanos. Por un lado, nos enfrentamos al encuentro con la familia y con los recuerdos. La navidad es una fecha vivida en la infancia como algo por lo general bello. Las luces, los regalos, la cena, el ambiente festivo hace que dicha fecha sea para todos nosotros, cuando somos niños, una fecha especial. La navidad, año tras año, se repite. Nos encontramos con el ambiente navideño, la cena familiar, la despedida de año. Es algo que se repite año tras año con la diferencia que algún año, falta alguien querido y eso produce marca. Los humanos recordamos, vemos que nuestras primera navidades tenían ese encanto mágico que ahora, cuando falta alguien nos hace ver y sentir dicha falta. No hay nada mas conclusivo que el fin de año. Por mucho que nos resistamos al paso del tiempo, las fechas navideñas son indicativas de que un año acaba y otro comienza. Hablan por lo tanto de un fin y de un comienzo. Una rueda que año tras año no para y no parará mientras halla sobre la tierra un último ser humano.
Ese final y ese comienzo, nos hace recordar de manera inconsciente que habrá unas navidades donde el padre, la madre, un hermano ya no estará. Sin embargo, la tristeza que esto produce no tiene comparación con la tristeza futura que sentimos cuando sabemos que habrá una navidad donde uno mismo ya no estará. No volverá a ver las luces navideñas, ni oirá villancicos. No podrá prepararse para recibir con las doce campanadas el nuevo año porque ya no estará. Y de esta reflexión surgen el sentimiento de “no me gustan las navidades” porque anuncian no solo la venida de un año nuevo, sino la finalización de otro. Y en este ir y venir, la vida se nos pasa a las personas. Toda tristeza, toda melancolía siempre es no solo por las pérdidas pasadas, sino por la pérdida de mi mismo futura. Reconocernos como humanos siempre es doloroso, porque implica lo bello que es vivir pero implica el hecho de morir. Nadie quiere morir, es lo que he comprobado en todos mis años como especialista. Nos resistimos a ello y no lo admitimos. Pero no podemos luchar con lo que en nosotros es garantía como humanos. Somos deudores de una muerte a la naturaleza por el hecho de haber nacido. El psicoanálisis enseña a las personas a llevar la vida y el peso de su muerte futura, ayudándole a aceptar lo que por naturaleza nos corresponde. Todo aquello que hacemos para complicar nuestra vida, no deja de ser una desviación de aquello que nos perturba: el final de nuestra vida.


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