Cuando describimos el aparato psíquico – estructura de nuestra mente- comprobamos que su funcionamiento tiene un componente económico. Entendemos como economía psíquica el balance de energía dentro de nuestra psiquis, la cual es un sistema que regula la energía existente entre las tres partes que lo forman: la consciencia, el inconsciente y el preconsciente.
La conciencia sólo es un órgano perceptual de lo externo y lo interno. El inconsciente es el motor pulsional que genera la energía en estado bruto y debe ser “refinada” por nuestro preconsciente para que pueda usarse a nivel de la conciencia, que es quien dispone dicha energía para llevar a cabo las cosas que queremos realizar. Sería como el petróleo bruto que se encuentra en el inconsciente y debe ser refinado a gasolina para que nuestra conciencia se mueva y distribuya la energía en todos y cada uno de los procesos que durante el día debe llevar a cabo.
Sin embargo, la cosa no es tan fácil porque dicha energía está regulada a su vez por el llamado “principio de placer” término desarrollado por el Dr. Sigmund Freud en 1919-1920 y acuña ya cien años y los modernos ahora lo llaman “zona de confort”.
Quiero decir que nuestra tendencia siempre es a buscar el equilibrio dentro del sistema psíquico, por lo tanto, cuando algo nos estresa, nos provoca malestar, tendemos a buscar la solución para restablecer el equilibrio energético dentro de nuestra psiquis.
La falta de dinero, por ejemplo, se considera anti funcional para la psiquis porque provoca un estado de tensión emocional para el sistema, ya que desequilibra a nuestro “yo”. Este desequilibrio, activa al sistema de lograr el equilibrio y supondría la adquisición o logro del mismo para dejar de sentir dicha tensión emocional.
Si las cosas fueran así de simple, nuestra psicología del dinero no sería tan complicada, pues el sistema del placer/displacer, malestar/bienestar está regulado por la parte preconsciente, también denominada censura y moral y por otra instancia que denominamos “super yo”, conciencia moral o juez interior. Desde esta instancia también se regula la tensión económica del principio del placer. (continuará)