domingo, 26 de julio de 2015

Conferencia sobre educación con psicoanálisis (2)

domingo, 19 de julio de 2015

POR QUÉ NOS ENGAÑAMOS A NOSOTROS MISMOS.



¿Vivimos engañados por nosotros mismos? ¿ Somos capaces de reconocer errores, equivocaciones, ignorancia en nosotros mismos?
¿qué mecanismos mentales nos lleva a proyectar nuestros errores hacia los otros para no reconocerlos en nosotros mismos?

La respuesta de por qué nos engañamos a nosotros mismos es para no cambiar.
Esto quiere decir que el error, la equivocación, la ignorancia, lo que no somos capaces de conseguir en la vida, guarda una relación directa con la manera en que está conformado nuestro psiquismo.
Nuestra psiquis es el producto de la educación familiar y social. Dependiendo de lo aprendido en la familia sobre todo, viviremos de una manera u otra porque cuando somos niños y comenzamos nuestras primera andadura por el mundo, salimos con la educación recibida en la familia como primer instrumento educativo y luego, en el colegio, la universidad o la vida misma se adquieren instrumentos que los unimos de manera mas o menos efectiva a la educación recibida en la familia.
Ciertos mecanismos mentales impide que muchas personas no puedan enriquecerse del aprendizaje que lo social puede proporcionar a una persona. Esto quiere decir que el impacto de la educación familiar sobre nosotros , puede hacer que instrumentos muy válidos que podríamos adquirir del exterior no nos sirvan para nada.

Para empezar, juzgamos, criticamos y opinamos desde nuestra manera de pensar y la manera de pensar es lo más subjetivo que existe, ya que no hay certeza de que una opinión, un juicio de atribución o una crítica personas sea más válida que otra ajena, salvo que el juicio o la crítica esté avalada por un conocimiento.
Podemos observar que todas las personas “saben de todo”, es decir, el ser humano critica, opina, enjuicia libremente aunque no tenga los conocimientos suficientes para enjuiciar u opinar.
Esto nos lleva a “creer que poseemos la razón en casi todo”, porque hablar es libre, decir es libre, criticar, opinar es libre.
Entonces si todos tenemos dicha capacidad ¿ por qué la crítica de uno va a ser más valida que la de otro? . La crítica, la capacidad de enjuiciar solo se sostiene si el que habla, dice, critica, opina o juzga es en base a un conocimiento o una inteligencia avalada por la vida que vive.
Sin embargo, los seres humanos, somos la risa. Somos capaces de anular la inteligencia, la sabiduría y la experiencia del otro, con tal de no reconocer nuestra ignorancia y tener que replantearnos que estamos equivocados.
Aquí se pone en juego dos cosas, una el narcisismo infantil que nos lleva a no dar la razón al otro, como cuando de pequeños, los padres nos corregían y sabiendo que tenían la razón, por cabezonería o narcisismo, no aceptábamos darle la razón y dos, reconocer que no llevo la razón equivale a replantearme cambiar, madurar, incorporar nuevo conocimientos, es decir, equivale a transformarse.
Freud nos dice que a nuestro “yo”, le cuesta desprenderse de fragmentos de sí mismo, en general, porque estamos acostumbrados a vivir con nosotros mismos toda la vida y separarnos de algo de nosotros mismos aunque sepamos que no nos sirve, cuesta y se hace duro. Ya que para separarse de lo que a uno de uno mismo no le sirve hay que pasar por un proceso de tristeza que no siempre se tolera. De hecho, multitud de personas que tiene que vivir procesos de cambio, les embarga una especie de tristeza que no logran superar y queda en ellos una especie de melancolía crónica que les hace vivir tristemente la vida.
En el autoengaño, se preserva la imagen infantil del yo, el auténtico narcisismo infantil de los niños, ese al que nada le importa y que es todo egoísmo en sus acciones o modo de pensar.
¿Se sufre menos engañándose uno a sí mismo? La respuesta es si, una persona que se autoengaña, sufre menos porque no tiene que replantearse cambios y es capaz de vivir en un mundo reducido de personas y emociones donde no tenga que desplegar su yo para adquirir nuevas conquistas en la vida.
Simplemente se limita a vivir en un círculo cerrado, donde todo queda controlado desde la perspectiva de su yo infantil y así, no tiene que molestarse a sí mismo.

Esto ni es bueno, ni malo. Simplemente es así. La vida es como cada uno quiera vivirla. ¿Podríamos enriquecernos más espiritualmente y tener mas modos de gozar y disfrutar? Efectivamente sí, aunque el ser humano actual- que se halla en vías de desarrollo mental porque con respecto a la ciencia, la forma de pensar humana sufre retraso- sigue viviendo en el autoengaño para evitar el dolor de sentirse de vivo, de no querer saber que tiene fecha de caducidad.

domingo, 5 de julio de 2015

EL PASADO NO IMPORTA (2)



Si el pasado no influye, ¿porqué puede tener tanta presencia en el momento presente.?. El pasado, tiene categoría de recuerdo, de fantasma, por lo tanto, su existencia es cuando lo evocamos o recordamos, de manera que el pasado no existe salvo que lo hable o lo recuerde. ¿Qué sentido puede tener evocar, recordar, echar la culpa al pasado? Por un lado la satisfacción de ciertos aspectos masoquistas de la personalidad y por otro lado vivir de manera imaginaria detenido en el tiempo, es decir, negación del futuro. Cuando justificamos que algo no podemos y lo achacamos al pasado, tenemos que pensar que le estamos dando un sentido y por lo tanto un uso al pasado. Lo usamos como justificación para no hacer, para no cambiar, para no modificar, para no transformamos. Es muy sospechosos ver a hombres y mujeres de cierta edad que justifican sus “no logros” en la vida por su pasado. ¿Es cierto? Absolutamente nos oponemos a ello. Usar el pasado, es decir, un recuerdo, algo tan intangible e impalpable como es un recuerdo para no hacer cambios en el presente y en el futuro, no deja de ser un rasgo neurótico de la personalidad. Se encuentra una justificación aparentemente, una negación frente a situaciones que nos dicen de cambiar. Este estancamiento de la libido sexual al las figuras del pasado- padres, hermanos, etc- también habla de las fijaciones infantiles de la libido sexual. Esto quiere decir que los primeros objetos amorosos y sexuales para el niño, son los padres y los hermanos. Cuando la libido infantil ha quedado ligada por la existencia de situaciones que han propiciado dicha ligazón, al sujeto le costará mucho renunciar a dichos objetos amorosos y sexuales. La evocación del pasado, la negación de los cambios en el presente y para el futuro, hablan de un interés libidinal más por los objetos familiares que por nuevos objetos. Ese odio que muchas personas sientes hacia los progenitores o hermanos, no deja de ser la manifestación disfrazada del amor o del deseo sexual, bien en calidad de odio, sadismo o masoquismo. Cuanto mayor sea el afecto experimentado, mayor es la unión libidinal al familiar. Hay por lo tanto una importancia que uno le atribuye a los familiares y que su procedencia es pasada. Las uniones fracasadas entre parejas o el deseo de soledad no deja de ser una manera inconsciente de evocar y seguir unido a las figuras familiares de la infancia.