sábado, 12 de octubre de 2013

EL SENTIDO DE LOS SINTOMAS ( 2ª parte )


Tratamos el caso de una bella joven de diecinueve años, hija única y superior intelectualmente a sus padres. De niña presentaba un carácter salvaje y orgulloso y durante sus últimos años, sin causa aparente, llegó a mostrarse patológicamente nerviosa. Tiene una marcada hostilidad contra su madre, está descontenta, deprimida, e inclinada a la indecisión y a la duda. Tiene un importante ceremonial con el que se acuesta todas las noches y que llega a desesperar a sus padres. Refiere que para dormir, necesita un silencio absoluto y evita todo aquello que puede producir ruido. En primer lugar, para el reloj de pared que hay en el cuarto y transporta todos los relojes a otra habitación. Mete reloj de pulsera en un estuche, y se lleva a fuera todos los floreros, jarrones y objetos que puedan caer durante la noche y perturbar su reposo. Luego, exige que la puerta de la habitación de los padres este entreabierta e inmoviliza la puerta con pequeños objetos. Y respecto a su cama, la almohada larga no debe tocar la cabecera y un almohadón pequeño, tiene que quedar dispuesto en rombo con la almohada grande, reclinando la enferma su cabeza sobre el almohadón pequeño de para que quede en el sentido del diámetro longitudinal del rombo. Y por último, sacude el edredón hasta que todo su contenido se acumule en la parte inferior, formando un montículo que inmediatamente lo deshace igualándolo de nuevo. Una vez hecho todo este ceremonial, la enferma teme no haberlo llevado a cabo con todo el cuidado necesario y revisa, repite cada no de los actos una y otra vez según la duda va recayendo sobre ello. Todo el ritual, la lleva mas de dos horas, durante las cuales, ni la mucha logra dormir, ni sus atemorizados padres. Con tratamiento psicoanalítico, la paciente logró su total curación. Según las asociaciones de la paciente, el sentido de sus síntomas eran los siguientes: el reloj, representaba para ella un símbolo del genital femenino. Ya que nada hay más periódico que un reloj. De hecho, cuando una mujer es regular con sus menstruos suele decir que “anda como  un reloj”. Pero el temor de la paciente era a ser despertada por el tictac de los relojes, que la recordaban los latidos de su clítoris cuando estaba excitada. La enferma durante la noche, se había despertado con esta penosa sensación y el temor que ello la inspiraba, que era la erección nocturna de su clítoris. Los floreros y los jarrones, también representaba para ella, símbolos femeninos. Siendo niña, iba con un vaso en la mano y se cayó al suelo, hiriéndose en un dedo con un cristal y sangrando abundantemente. Más tarde, al llegar a la pubertad, tuvo conocimiento de las relaciones sexuales y quedó obsesionada por el temor angustioso de NO sangrar durante la noche de boda, circunstancia que haría dudar a su marido de su virginidad. Sus precauciones contra la rotura de floreros y jarrones de su alcoba, constituyen, pues, una especie de reacción contra todo el complejo relacionado con al virginidad y la hemorragia consecutiva al primer contacto sexual, reacción de protesta que se dirige tanto contra el temor de sangrar como contra el opuesto de no sangrar.  La colocación de las almohadas, tenían su sentido pues que la almohada no tocase la cabecera del lecho, representaba a la mujer y la pared vertical del lecho al hombre, de manera que ella pretendía separa al hombre de la mujer, es decir, impedir a sus padres todo contacto sexual. Antes del establecimiento del ritual, había logrado simulando miedo, que sus padres durmieran con la puerta abierta, de manera que quedase abierta durante la noche. De este modo, podía expiar a los mismos y esto le llevó a contraer un insomnio que le duró varios meses. Y no contenta con exigir que tuvieran la puerta abierta, mas de una vez se llegó a instalar entre ambos en el lecho conyugal, de manera que lograba separar la “almohada” de la “cabecera”. Cuando alcanzó ya una edad en la que no podía acostarse con sus padres, sin molestarlos, se las ingenió para simular un incoercible miedo con el fin de que la madre le cediese su sitio junto al padre y fuera a ocupar su cama de soltera. El acto de sacudir el edredón para formar u montículo, tenía el sentido del “embarazo”. La paciente, durante años había tenido miedo de que sus padres tuvieran un hijo y así ella perder su posición privilegiada. Estos eran los pensamientos que nuestra virginal paciente tenía en su cabeza. Por lo tanto, hemos podido mostrar la relación de sus ceremoniales con las fantasías de origen sexual que la paciente tenía. Por lo tanto, la realización del ceremonial, mostraba y traducía por un lado sus deseos sexuales pero a la vez, la negación de los mismos, como medio de defensa. Más adelante, se supo que esta chica sentía por su padre una fuerte atracción erótica que se remontaba a la niñez y era la causa de su actitud hostil contra su madre. Entonces, el análisis de los síntomas nos ha introducido en la vida sexual de la enferma, como hemos podido comprobar. El sentido de un síntoma siempre guarda relación con la vida íntima del enfermo. 

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