lunes, 25 de julio de 2011

SOBRE UN CASO DE DEPRESION CURADO CON PSICOANALISIS

Acude a consulta una mujer de 52 años. Ha perdido a su marido hace tres años de un cáncer. Por entonces se hallaba tomando un antidepresivo y un ansiolítico. Después del proceso de enfermedad que ella asumió y valientemente llevó, durante el primer año de duelo, la paciente pudo hacer su vida con normalidad. Justo al año del fallecimiento, comienza a sentir malestar general, ganas de llorar, apatía, desinterés por las cosas cotidianas, sus nietos dejan de importarla, no tiene ganas de arreglarse y pierde el apetito hasta perder casi trece kilos de peso. Le aumentan la medicación antidepresiva y el ansiolítico pero no logra mejorar, todo lo contrario, el cuadro clínico empeora. La paciente llega a consulta derivada por una amiga que había probado el psicoanálisis. En las primeras entrevistas, la paciente refiere sentirse muy sola y lo peor que lleva es la ansiedad. El cuadro se corresponde con una ansiedad de separación por abstinencia sexual. Desde hacía más de cinco años, la paciente no tenía una vida sexual. En dos meses, la paciente habló de la miserable vida sexual que siempre tuvo, pues las convicciones moralistas de su marido fallecido, habían hecho que ella nunca pudiera manifestar sus deseos sexuales y de manifestarlos, mas de una vez fue reprimida duramente por el marido, acusándola de mujer ligera de pensamientos. Este tipo de actitud represiva, despertó en ella una ambivalencia afectiva de amor y odio hacia la figura de su marido, hombre bueno pero chapado a la antigua, que lejos de vivir la sexualidad con plenitud, siempre había adoptado un papel un tanto machista y despectivo hacia los deseos sexuales de su mujer. Cuando el marido enfermó de cáncer y le dijeron que fallecería, por la mente de la paciente, se pasó una frase inconsciente que fue rápidamente eliminada de la conciencia: “si él se muere, yo podré hacer con mi vida sexual lo que me de la gana.”. La paciente ante semejante pensamiento, se sintió una mala mujer y una mala esposa, así mismo se tachó de liviana y mujerzuela. De manera que su depresión según ella era el castigo a semejante deseo de enviudar. Al tercer mes de terapia, la paciente pudo decir en voz alta la frase que la había hecho enfermar. Una vez asumida y resuelto el conflicto moral que le produjo dicha frase, la paciente mejoró de la depresión espectacularmente. En dos meses y medio había superado todo el cuadro clínico depresivo y actualmente sigue en tratamiento para recuperar su feminidad perdida durante los años de casto matrimonio.

martes, 5 de julio de 2011

SOBRE UN CASO MASCULINO DE ADICCION A LA PORNOGRAFIA

Acude una joven a consulta pidiendo ayuda porque su novio es adicto a la pornografía: en internet, películas porno, revistas etc. Lo ha descubierto y refiere sentir un malestar tremendo porque no comprende esa supuesta adicción. Respecto a sus relaciones sexuales admite no tener ningún problema “ pues hacen de todo y funcionan muy bien en la cama”. Sin embargo no entiende por qué si sus relaciones sexuales son buenas, él tiene que recurrir a ver pornografía. Ella se preguntaba que “ si no  le basta conmigo que tiene que ver pornografía?.” La respuesta de ella, provenía de unos celos de carácter posesivo. La joven lo que no toleraba era que su novio pudiera excitarse sexualmente con otras mujeres que no fuera ella. Este acto, lo vivía como una infidelidad por parte de él. Consultado el joven, refería que la pornografía le servia para tener una vida sexual mejor con su novia, pues le estimulaban a la hora de realizar el coito. El chico refería que si bien era cierto que cuando practicaba el coito se le aparecían en la mente las mujeres que había visto en las películas y refería sentir gran placer pensar que se hallaba cohabitando con las mismas. La chica, al escuchar esto, quiso separarse de él y presa de celos, le golpeó y rompió a llorar. Nuestra aclaración es la siguiente: la pareja vive asediada continuamente bajo el fantasma de la infidelidad. Socialmente se han establecido ciertas estructuras que permiten satisfacer una libido sexual hacia otra persona sin necesidad de llegar a mantener relaciones sexuales con personas ajenas a la pareja. El coqueteo y la pornografía son dos “ bienes que nuestra sociedad permite “ para satisfacer el instinto o el deseo de infidelidad. Mediante el uso de la pornografía o el coqueteo, la persona proyecta sus deseos sexuales fuera de su pareja pero sin necesidad de recurrir a la infidelidad propiamente dicha. Los estudios psicoanalíticos hechos en más de doscientas parejas han demostrado que durante el coito, tanto los hombres como las mujeres, llegan al orgasmo a través del uso de fantasías sexuales de cohabitación con otra persona. De esta manera, la pareja no deja de ser más que el cuerpo donde se proyectan las fantasías sexuales con otras personas. Gracias a este mecanismo se evita el uso de la infidelidad para llevar a cabo la satisfacción de ciertas fantasías o deseos sexuales inconscientes o conscientes. Por lo tanto, el uso de la pornografía como método contra la “ infidelidad” socialmente es aceptado. Y el rechazo que puede provocar en la pareja no deja de ser más que la manifestación de unos celos infantiles de posesión sobre el otro. Porque si el hombre tiene fantasías sexuales con otras mujeres que las satisface con su pareja, la mujer tiene fantasías sexuales que también satisface con su pareja. En el próximo artículo hablaré sobre un caso de adicción a la pornografía pero con rechazo del coito en pareja.